Sentada en la arena
con los pies hacia el mar
una calma serena
interrumpe mi pensar,
el sol a lo lejos
se funde con las nubes
y la luna curiosa
al cielo se sube.
Un rosa romance
pincela el firmamento,
rayones de blanco
y violáceo de contento,
el sol anaranjado
ya círculo perfecto,
bosteza cansado
camino a lo incierto.
Arriba del óleo,
ese celeste pureza,
celeste paz, celeste espléndido,
inmaculada certeza
de un Dios que me mira
y sonríe a mi osadía,
con carcajadas de niños
haciendo ecos de alegría.
Respiro profundo
la brisa salada,
huele a dulzura
de meta alcanzada,
me preguntaron por qué,
y yo no supe responderles,
por Él, por ellos y aquel...
no hay título que ponerle.
Simplemente me sale así,
el corazón quiere con fuerza
y ese cielo hoy me confirma
que no hay nada que lo venza.
El mar resguarda al sol
con un exhalo de colores,
me paro y voy a jugar
con siete niños cantores.