Ejerzo una vulgar resistencia a las palabras que quieren salir.
No soy yo, es el hombre de piedra que fui
y que aparece a la hora en que el alma pide la palabra.
Quizás la soledad vuelve a poblar mi sombría villa
en donde aún arden imágenes polvorientas
de amores nonatos y serpientes,
villa de aire reseco, de tierra desganada,
de huesos que laten, de casas sin puerta,
de perros, ¡de perros y camas!.
A ratos y poco a poco veo más pequeño el horizonte
como si un párpado enorme desplegara su cortinaje
para cegar al marino que busca donde atracar.
Soy a ratos un árbol sin esencia,
un poema sin palabras,
un aventurero cojo que no sabe qué buscar.
Entonces llegas y se abre la jaula y los pájaros huyen,
entonces el agua fluye,
entonces las palabras llueven, el horizonte se ensancha,
ya no hay villa y yo me reblandezco.
Entonces, amor, enciendes las antorchas.
Siempre eres el entonces: la causa, el efecto,
la llama que viene y que se va.
Entonces eres tú, lo de luego soy yo.