Fernando Curiman

Una mirada

Despierta el anochecer mecánico de las metáforas, para dar un toque de sabor amargo y letal a las cortinas monocromáticas y suspicaces. Privadoras de todo mirar. Nada solo el silencio coge mis manos, y la soledad entera pareciera recorrer las agrietadas historias con la yema de sus dedos tibios y delgados. 


Mirando por la ventana de vidrio gélido logro divisar el movimiento constante de los círculos anacrónicos y sonrientes. Logro recordar más allá de los alborotados escritos que yacen bocabajo en el escritorio. Logro recordar más allá de las impertinentes melodías que suspira mi guitarra ciega, sorda y tenue. Logro recordar más allá del olor a libro antiguo que se impregna en mis paredes.


Mirando por la ventana de marco acerado logro escuchar un zumbido abrigador, lleno de esperanzas y de risas, lleno de conversación y pasos agitados. Logran acurrucarse mis ojos entonces entre aquella enmarañada obra magistral que nos ofrece la vida calurosa. Ese vigor en potencia que yace escondido, esperando, aguantando, aguantando, esperando. Aquella fuerza inconmensurable y tan nuestra como la vida. 
Aquel instinto ¿Donde quedó?  el cardumen, la jauría, la manada, el ganado...

Ganado con sonrisas plásticas ahí quedó.

Ganado con sonrisas plásticas ahí quedó. 



Vuelvo a mi copa y a mis ojos, vuelvo a mis letras y a mis notas. Vuelvo entonces después de un viaje tremendo y agotador