Yo que me sentía,
un joven clamoroso,
que tan sólo,
con acechar a una bella
mujer,
con mi mirada cautivante,
de cierto,
esa hembra rutilante,
entre mis varoniles brazos,
su hermoso cuerpo
palpitaría de pasión,
como nunca antes.
Yo, que de joven,
sentía que disfrutaba,
de un misterio,
que desconocía,
un día llamó a mi puerta,
una voz de seda,
y mi joven vida,
se hizo aguas,
ante el reflejo de la luna,
en su negra cabellera.
Mi tierna existencia,
se convirtió en embeleso,
y extasiado en su belleza,
sólo quería recorrer
con mis adolescentes dedos,
los contornos,
de su agraciado cuerpo.
Me olvidé de mi gracia,
de los secretos ocultos
de mi esencia,
me olvidé de mi nombre,
y mi boca,
sólo platicaba,
que la vida se fundó,
tan sólo para que existiera ella.
Su cadencia al caminar,
era la culminación del universo,
y su cuerpo,
con su pequeño talle,
la cúspide de Dios,
en el planeta.
Como amé a esa luz,
que perturbaba mi existencia
y sabiéndose hermosa,
me expresó
una mañana funesta,
soy mucha hembra,
para tus menudencias.
y con su clamoroso porte,
se marchó,
dejando en mi blanco pecho,
un puñal de amor
y mil noches de despecho.