Samuel Rondón Acevedo

Evocando tu rostro

Etapa 1: Cartas de los adentros
IV

De tu rostro bien ahora me acuerdo.
Porque aunque el presente opacaba,
y me hundía en el rincón de tus recuerdos,
mis sienes no daban con tu mirada.

Y juro por el cielo estar cuerdo,
pero así vivo desde el primer encuentro.
Cuando en mis memorias y tu voz me pierdo
y no hallo la senda a tus adentros.

Quizá sea un síntoma del amor,
el no recordar tus facciones,
y memorar como ayer tus besos
de esas inexistentes pasiones.

Quizá sea para sentir el dolor,
y una vez más perder la razón,
cuando me ahogo en todos los excesos
que ahora asedian mi corazón.

Retrato ficticio de lo etéreo, viva imagen soñada.
Tu rostro es solo eso, efigie de todos mis motivos;
un monolito en quien fijar inconsciente la mirada
para liberar escribiendo mis sentires cautivos.

De tu rostro bien ahora me acuerdo,
y juro por el cielo estar cuerdo.
Quizá sea un síntoma del amor
para sentir una vez más el dolor
cuando entre rimas mis venas muerdo.

Me hundo ahora en el rincón de tus recuerdos;
así por tu voz en mis versos me pierdo
y memoro como ayer tus besos,
ahogándome en todos los excesos
cantando afónico en mis adentros.

Una estela en las memorias aún vive,
un rostro cuya mirada me destruía.
Es ese algo que en ti habita, se esconde;
es la razón por la cual mi alma huía.

Ahora lo sé: tu rostro es una máscara,
bellas alas que bien cubren tu entero ser;
cubriendo toda la iniquidad que esconde
tu interior que vilmente apuñala mi piel.

Ese algo que sin temor mi ser enfrenta
para acabar al fin todas las fantasías;
curar al fin el veneno y sus dolencias
como cuando tu rostro aún no conocía.