Te oyó cantar la roca y el ombligo,
de aquel espacio de tierra bien urdida,
la que escondío los árboles en piedras y hendiduras,
para que tu redonda lengua no alcanzase.
¡Hoy te he visto!, escuché tu palabra y colorido,
aplasté mi mirada en tu follaje,
para encontrar tu figura envejecida,
y asi emplumar de belleza estos ojos campesinos.
Qué reclamas, qué insinuas con tu canto,
Tricahue de sol, de greda y de naranjos,
Deja que los niños velen tu espacio
y el anciano duerma esperando
el llanto inconfundible de los troncos,
de la tola y el sarmiento blando.
Ave de hojas, ave de otoños y amarillos
baja gritando del cielo Río hurtadino,
a tornear carozos, a dudar destinos,
a peinar nogales, a cosechar espinos.
Bugues.