Vuelan solitarias las orquídeas sensuales
en tormentosas noches sin estrellas,
aquí, en la oscuridad del humo
alzo la copa buscándola a ella,
no hay razones en la voz religiosa,
soy el sudor que se arrastra
soy algo invisible, soy ninguno
ella baila, sonríe, canta
y las cascadas imaginarias de alcobas
que nunca vivirán me vuelven loco,
¡Dios, cuánto la quiero!
Su imagen de colores prohibidos
traen las voces de los dioses
que suspiran suplicando "dile algo, llámala"
Yo aplaudo, la sueño a mi lado,
le escribo poemas, no me conoce,
tengo miedo de hablarle
me quedo en este rincón, conforme,
sólo respiro en las sombras
el aroma dulce de cada noche.
Cuando sus ojos de ángel
sostienen mi alma enamorada
parece que miles de suaves espumas
como cristales azules en mi piel
¡aguas divinas, doradas!
así son los besos de la amada,
Sirena de la Noche, pecado profundo
moriré con el cáliz del tiempo
navegando hacia lo lejos
a la orilla donde el mar nocturno
lleve a puerto eterno
los despojos de mi barca.