"Extraviamos la simpleza del existir".
Apareció de pronto escrito sin apreciaciones políticas, ni caligrafía estrafalaria. No, nada. Estaba escrito ahí sin respeto alguno de quien observase. Sobre aquella pared blanca yacía humilde aquel mensaje que pareció abofetear el insano rostro que se entumía de pensamientos, razones y lógica filosofálica. Allí me quede pasmado sin comprender aquellas palabras tan simples, tan esenciales, me quedé pensando un rato con esa pose característica del pensamiento sujetando la barbilla, sin poder estrujar de ella objeción alguna ante tan gloriosa manifestación de nostalgia por el hombre. Quise aferrarme a la pared y fundirme con la esencia que regalaba cada letra de tal premisa, quise caminar descalzo por montañas de piedra y hacer de los vientos palacio eterno, quise llorar poemas y sangrar estrellas, quise arrastrar entre las calles la melodía fúnebre del estrambótico cauce libertario, ¡Quise existir!. Pero no, el último tren ya estaba por salir. Esa noche ya no era el mismo, esa noche la galaxia entera cambió de color, todo por aquel dios callejero que beso mis párpados en un bautizo de fuego