Quiero sollozar sin olvidarme de la casta sonrisa
de la novia que nos besó bajo la soledad del limonero
y nos entregó sin pensar en el ocaso de la brisa
la flor que a la aurora busca delicado jardinero.
Quiero sollozar al lado del hombre que vencido está
para decirle que aún hay débil luz en esta noche
y que más vale atragantar la endurecida pena
que abrir la puerta a la insondable nada.
Quiero sollozar al lado de la madre que su hijo pierde
cuando lo entrega a la custodia de las frías ojivas
que marchando lo llevan a las barracas y combates
para sólo ganar el perdigón de los bandos homicidas.
Quiero sollozar con las campanas que tañen
en la empinada torre blanca de la iglesia pueblerina
para anunciar que allí en sepelio avanzan
los cadáveres que deja la guerra fratricida.
Quiero sollozar como conversan los girasoles
que aunque saben de la sabiduría de los muertos
se quedan bajo la luz del medio día
enarbolados en la mirada de los jornaleros
que los cortan en plena y esperanzada lozanía.
Efraín Gutiérrez Zambrano
De su poemario Alquimia del Amor