Con silenciosos acentos nos sublimas,
te deslizas entre soberbias rimas,
con sutiles giros engalanas las cimas,
y apuntas con pasión la flecha,
al corazón del poema, con tu derecha
certera, con tu firme mano que abre la brecha.
Hay palabras cascadas que pules y nuevas las vuelves,
hilvanadas con metáforas de perlas y las envuelves
como tesoro de letras y a todas ellas la dignidad devuelves.
Son las palabras fulgurantes como amazonas,
melodiosas, a ritmo de corazón, y perfeccionas
el estilo con guirnaldas que te adornan cual coronas.
Lo eres todo, ¡poetisa!, envuelves a la tierra sagrada
con tu mística desinteresada y defiendes con tu espada
el sentimiento sublime que emana de tu libre mirada.
¡Poetisa! tu grandeza gira con tu sensibilidad,
pero más allá de la gloria, está tu amor por la humanidad.
Vuela, poetisa, pues naciste para surcar el cielo de la inmortalidad.