A Alejandro
En los días donde la niebla
se comerá el retraso
de un abrazo
te encontraré en el mar,
cielo espumoso
entre mis dedos muertos
me salvarán tus manos.
Te abrazaré de llanto,
cielo lejano
cuando el adiós se acerque
y se equivoque el canto.
No te olvides del tiempo
que nos dejó temblando
en los rincones ajenos
de un rostro sólo nuestro.
Dejáme como ave,
entre las sombras tristes
hasta que la distancia
sea espacio que no existe
porque no quiero nada
si la mirada a solas
pinta de negro el aire
y el corazón de grises.
No existirá la piel
a cubrirnos de verguenza
la venganza.
La ausencia se hace cuerpo,
boca y fuego en esta urgencia.
La desesperación
de un beso que nació
del imposible
alumbrará la noche
y sus matices.