A veces nos parece
que es empresa fácil
sumergirnos en el mar
a buscar el oro de los crustáceos
o revivir las caricias
que en sus arenas buscaron otras manos
pero sólo conseguimos que los huracanes y tifones
nos abracen con sus redes de horrores y de espantos
y nos lancen sobre las olas cual residuos de naufragios.
Tarde nos damos cuenta
que son vientos desgarbados que en sus melenas
esconden esos colores de aves tropicales
que sólo los tapices núbiles
ostentan con orgullo de sirenas juveniles
pero que nosotros confundimos con céfiros otoñales
que dan a la noche su piel de luz ajena.
Esos son los errores que rompen las ruedas
y hacen de los deseos una colcha de retazos
que ni a los caminos ayudan
ni al terciopelo hacen digno.
Cansados de evasiones
y de caminar en círculos
regresamos con las gaviotas
a las islas de frondosos líquenes
a esperar que la soledad nos empape
con la silenciosa llovizna
que la viste y la redime.
Efraín Gutiérrez Zambrano