RICARDO ALVAREZ

NAVEGANDO LA RUTINA - de amuario

 

A veces, mis piernas declaman un temprano bostezo,

les doy el gusto a su desperezo...

Suelto mis pasos marcados en la calle de antiguas huellas/

Reconozco siluetas macilentas de andar lánguido y monótono.

Manos que flácidas saludan como ausentes.

Al abrazo le aguarda un letargo y un “Gracias” un sonido que ya no escucho/

Ocurre que me cansa la rutina de ser hombre....

Se me adelgaza la garganta en cuello ahogado de cisne,

cuando del moho de ladrillos tapiados

y de las rejas de las casas cuelgan lenguas bifidas/

Sigo el reclamo de mis rodillas, veo calaveras de espanto con piel reseca

y ni un átomo de impúdica vergüenza.

Hay rostros de media cara, horrendas orejas sordas/

Solo anhelo la presencia del loco del silbido repetido,

su canto indecoroso pero alegre,

que la vereda engorde sus pómulos y se ensanche,

la calle me enamore y se rían los árboles/

¡ Pero no ocurre ¡

Quizás me hastié de ser el príncipe de la penumbra...

El rey manco entre los sin brazos,

el sonriente iluso entre los apagados perros muertos.

Ojalá pase un sueño en una nube bella,

dibuje la forma de la estrella y con una navaja corte el vientre de la rutina hasta que de un paraguas de mala muerte

emerja el paisaje su forma ausente/

Ocurre que la magra ternura me rasura como una lija,

la soberbia obesa me aira, me rebela la tiranía

del lívido mustio de la tiniebla humana.

Me fatiga el terror de cadalso en el espejo que mira.

Solo quiero encontrar una nave pirata en el mar de los poetas locos y soñadores, como paño gélido la busco para anestesiar mis heridas de lado/

¡ Pero no ocurre ¡

La palabra se me hace mudo silencio de patíbulo

y en ademanes escribo con ultimo aliento de previo cuerpo fusilado/

 

Solo quiero un reposo para mis pies melancólicos,

una hamaca para el espanto que me infecta y balas...

Muchas balas de plomo para ametrallar la rutina.

A las puertas las ocupan esqueletos que respiran,

los balcones en multitudes siguen esperando que los sude la lluvia

o que se cuelgue un pájaro desafinado.

¡Que patético el color de los jardines colgantes sin olor!

 

Entro a los mercados y me confunde la oferta de siluetas,

hay ombligos lustrosos y dientes apretados.

Exprimo las góndolas para ver un llanto y

me hago afable al encuentro de una risa/

Hay tablones/ latas/ botellas y el moho sigue pegado como a las rocas sin detalles/

De las elegantes tiendas cuelgan ropas lucientes de mortaja y

los sonámbulos odiosos se avalachan con cartones de mano.

 

¡ Que bello seria el cínico placer de la venganza!

Es una pena que deje tanta hambre/

 

Solo quiero una a cita a ciegas,

una plaza con toboganes de ego,

usar la oreja de un ministro como parlante,

cirujanos sajadores del alma

y arquitectos que armen los pedazos...

Quizás odio el brilloso lustre de los blancos edificios con cadenas,

elijo una fiesta en un mar de decentes hembras,

un pobre café donde sentarme y deleitarme,

aplaudir de espectador una orgía imaginaria de razas mezcladas/

¡ Ojalá pasara algo ¡

Una bomba de despertares,

un helecho que cante libertades,

un doctor que robe, un ladrón que salude,

un obispo blasfemando y un cardenal puteando o

un asesino hachero de rutinas/

Solo quiero encontrar una límpida nave pirata en las aguas de los bardos.

Un afrodisíaco baile de aquelarre con gentiles invitados

en la bruma clara de mi nave descalza de alpargatas/

Regreso con mis pies fatigados por la rutina de ser hombre

y siguen lenguas y más lenguas divididas, profanando la palabra/

 

¡Ocurre que me hastía la rutina de inmóvil vena humana

sin la caliente sangre animal caminando la arteria de vida!

 

 

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