De siempre,
la vida nos unió;
a ti, a mí,
a nosotros dos.
La dicha nos supo
cuando apenas éramos
espigas florecientes.
A ti, a mí,
a nosotros dos,
vivir nos tejió,
de siempre,
los sueños más hermosos.
A ti, a mí,
a nosotros dos,
la existencia nos palpó las mejillas,
con ese aliento que no deja de soplar.
A ti, a mí,
a nosotros dos,
la vida nos hizo dependientes,
como adheridos por un beso;
adosados por el mismo palpitar.
Mañana,
cuando tú y yo,
enfrentemos
el momento terrible de morir,
lejos en el tiempo, sin sobresaltos;
la vida nos seguirá creciendo entre los huesos.
A ti, a mí,
A nosotros dos.