No como el agua serena,
amada,
de una sola ley: el nivel;
no como el nivel del agua,
amada,
sino romper la quietud
sumergiéndonos...
No como el agua de los lagos,
aislada,
de un triste destino: evaporarse;
no como el agua en reposo,
amada,
sin encuentros con otras aguas,
estancada.
Más como tromba de ríos,
embravecida,
con pasión de corrientes yendo;
cañón que apunta desde el afluente
hasta el océano…
y encontrarnos en los deltas,
compenetrándonos…
Mejor como el agua de mar,
homogenizada,
con su única ley: el vaivén;
lo mismo que el vaivén de las olas,
amada,
para no olvidar el ritmo,
consolidándonos.