FESTIVO
Las calles se llenan de voces,
se hinchan hasta el estallido
para derretirse al sol almacenado
en la rejilla del sumidero.
Todos estamos tan festivos
que reímos enloquecidos al entorno.
Nada hay incómodo, tampoco tú,
agarrotado en un mohín
que has dejado prendido
como agasajo a lo que te desborda
y te tiñe de amarillo chillón
en el vidrio de un escaparate.
Solemos divertirnos, sin razón,
con la sinrazón por derecho,
y nos entusiasma culminar
asomados al podio,
anclado a dos bolas sonrosadas
de helado de fresa,
que la algarabía apeteció desertizar.