en las esmeraldas de tus lindos ojos
siempre encontré alivio para mis enojos,
nunca me inculcaste llanto ni flaqueza.
Cuando en ti yo pienso recuerdo firmeza,
dureza de hierro, ternura de flor,
mi madre querida, el más grande amor,
haberte tenido mi mayor riqueza.
No se si te gusten estas flores mías
o que no sean estas las que tú querías,
y aunque el tiempo pasa este amor se aviva
aquí en mi memoria tú llenas mi vida,
si de esta forma no querías las flores,
tal vez madre mía, quieras sus colores.