Todo es anterior a las pestañas
que cubren todo lo verde y sombrean lo sonrojado.
Todo es anterior a la caligrafía
de unas piernas que subían la escalera.
Otras cosas anteriores
no valen nada.
Todo precede a una media sonrisa,
al sudor en tirantes,
a mirar,
recorriendo la curva de la escalera,
la última planta,
contigo.
Nada se parece al brazo en la escalera,
y a la mano prolongando
los minutos que nos quedan.
Todo es anterior al suspiro contenido,
a las tardes de verano,
haciendo la escalera,
contigo.
No hay palabras en la boca a la hora de entender.