Bajo la lluvia un día, vi cantando a un ruiseñor,
Y en su trinar parecía que él le hablaba al Creador;
De asombro quedé mirando muy fijamente a su cara,
Al no poder precisar lo que por ella bajaba.
Si eran gotas de lluvia surgidas del aguacero,
O lágrimas de sus ojos parecía ser más cierto;
Entonces me persigné y le di gracias a Dios,
Pensando que el pajarito, quizás lloraba de amor.
Fui y le extendí mi mano y hacía mi mano voló,
Y ya eran dos llorando, el pajarito y yo;
Me senté bajo la lluvia, él en mi brazo tendido,
Los dos solos por la calle como en busca de un amigo.
Así lejos de mi techo y él distante de su nido,
Sufriendo por un amor y el corazón herido;
Las gracias que di a Dios no fueron por verlo llorar;
Sino porque yo tenía quien me iba a acompañar
Hombre y pájaro llorando sentados bajo la lluvia,
Cantamos al sentimiento que más se adentra en el alma;
El pájaro por su paloma por la cual pierde la calma,
Y yo por usted señora, que es, quién mi amor aclama.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita