Los ojos abiertos
mirada perdida,
el alma volando
a lugares más altos.
El cuerpo vencido
los brazos sin fuerza,
el pecho agitado
buscando la vida.
Con la boca abierta
buscando aquel aire
que te permitiera,
huir de la muerte.
¡Para ti era tarde!
La profunda herida
de muchas ausencias
que había en tu mente,
te volvieron débil
y te hicieron frágil.
Afuera esperaban
casi delirantes
los cuervos, zamuros,
también alacranes.
Ansiosos, hambrientos
ya se preparaban,
para hacer la fiesta
al fin de un suspiro.
¡Hipócritas lágrimas
sin pudor vertieron,
los que ya tenían
cerca del bolsillo
lo que trabajaste!
¡Y en su frente lucen
cual señal diabólica :
rastros de tu sangre!
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MIRIAM RINCÓN URDANETA