Inicio el tránsito hacia lo análogo
tanteando activamente el suplicio permanente,
el esperma axiomático y las perillas obscenas
de alguno de mis más risibles enemigos.
Supe de las cosas pequeñas
gracias a las letras relegadas
en la legitimidad y la cognición.
Anduve entre seres anómalos
que masticaban mi seudónimo
para convertirlo en un vasto rechazo.
Codicié venganza por tal hecho
y rechacé ingresar en el templo
donde reposan los sangrientos estiletes
que resquebrajan a los seres aparentes,
esos que colocan sus ojos sobre mi hombro
al tiempo que me piden explicaciones
difíciles de ser entendidas por la estirpe
que brota en mi pecho de individuo recto,
hombre que rechaza las farsas que habitan
en los versos escritos por la pluma hosca
que poseen los necios.