ANA
LOGÍA
Te devoro la duna de tus nalgas
y libero serpenteante lengua
en pos de tu recóndita humedad.
Tu perfil muestra cimbreado el labio,
el inferior, el que siempre ansío;
tu pelo se arremolina en vendaval
y mi aliento en tu nuca galopa.
Con los ojos cerrados me abarcas;
los pezones, puntales sobre mi pecho,
taladran mi arrebato jadeante.
Se inquietan tus piernas seda;
tu vello, mecido por los quejidos,
bebe el sudor que me disuelve.
Eres infinita entonces,
inaccesible para mis brazos.
Te aferras a mi sucinto cuerpo
preparándote para la mutación
que nos derrame y confunda
en una sola sábana blanca.
Amor ¿por qué mudar tu desnudez?
¿Por qué pulir tu geografía carnosa
y volverla inhóspito páramo?
¿Por qué existir sin perpetuo éxtasis?
Tú, amor, todavía con la espalda libre,
zumbando lo cotidiano en nuestra distancia,
te mueves previsiblemente por el cuarto
en el que ya cabemos los dos.