Al diluirse la tarde
sorprenden a las rosas arreboles de nostalgia
y de sus místicos perfumes
se desgranan las leznas
sobre el solar del alma.
Tus labios seductores
encienden aspas de molinos
en la pupila extraña
de los vivos arreboles
y te veo llegar cual la luz crepuscular
a la soledad de mi ventana.
Impalpable se yergue tu figura
de palmera en el oasis
y tus besos como dátiles
absorben el sosiego de la tarde.
La cocina que aún guarda
tu receta preferida
me envuelve con aromas
de aquello que comimos
en tanto la nostalgia
como luz en desvarío
enciende la chimenea de la sala
con las cenizas de tus labios
y las ascuas de los míos.
Todo mi ser tiembla
y no sé si gemir
sin verter lágrimas
o llorar océanos
sobre la aridez del alma.
Efraín Gutiérrez Zambrano
De su poemario Molinos de Fuego