Cuenta el cuento…
del bello canto de la lechera,
mas poco cuenta si era letrada o… poeta.
O tal vez, afinara su voz
para futura ministra con cartera…
¡En fin! ¿Por qué me lío, Dios mío?
Cada cosa ha su tempo…
¡los cuentos para niños!
y para aquellos que del síndrome de Peter Pan no han salido.
África de mi amor, ¡mi encanto!
Las nubes se han posado en mi tejado blanco,
¿será profecía o alucinación?
Anuncian lluvia, visual dato.
Nada hay que censurarle al Destino,
Él y su Camino, Son.
Voy, cual pésimo patrón
en un día tranquilo de navegación,
¡escorando a babor y a estribor!
¿Qué es eso… ¿una boya o mi salvavidas?
Repasaré el reglamento, si lo encuentro…
de momento… más de treinta altos cargos sólo en Fomento.
Mejor, encenderé la televisión…
Mezquinos bronceados en yates de lujo…,
¡será para las grandes fortunas!,
ésas que a la vista empachan,
¿qué porcentaje tendrán de tributación?
Y me digo… poetisa, mal vas por este camino…
Don Quijote de la Mancha,
algunos, emperrados, andan
en cambiar tu famélico Rocinante,
por uno de esos Ferrari Fiorano
¿será que desgrava?
Exhausta anda la clase media.
¿Quedan costillas obreras por chascar?
¡Estado de bienestar!
Querido Tales de Mileto, ¿Acuerdo o convenio?
Mantengamos al obrero sedado,
démosle un día de asueto, cien de esfuerzo;
y una caja de polvorones por Adviento -dice el magnate-,
apretando los bolsillos contra el guante-.
Señor dirigente, ¿qué fue del cuento de la olla mágica?
¡Cazo decrépito!, el instante, el momento.
Sea pues, seguiremos poniendo el dinero,
usted, la oficial sonrisa.
Pero, por favor, sin besito marital público,
toda vez que ni viene a cuento,
ni es políticamente correcto;
es más, queda terriblemente feo.