Nací en la casa de mis abuelos,
fue una mañana de abril
Que mi voz rompió con la monotonía de los suspiros
y el quejido de nacer,
El cansancio de mi madre el murmullo
de la habitación, hacia que mi llegada
fuera una expectación
la Matrona una mujer diligente, fortachona
experta en el poblado su voz sonaba
agotada, de tanta instrucción
mi madre transpirada,
su cuerpo entero deliraba, pujando hasta agotar
su dolor, las contracciones iba y venía
como un reloj descontrolado a punto de reventar
mientras yo aún me rehusaba a abandonar tan cálido lecho,
en los últimos momento de una expectante reunión
la mujer daba ordenes mientras aparecía parte
de mi cuerpo y mi esternón,
la cabeza fue primero que pude asomar, como para
observar como estaba el terreno.
Cuando afloró todo mi cuerpo se sintio un grito
de alivio al verse mi diminuto cuerpo
tiritando de frío, mi madre me abrasaba con fuerza
orgullosa de su labor, había traido a este mundo
a este hermosos varón, claro que ella solo lo decía
como una madre llena de amor
pues mi piel era arrugada y descolorida,
solo llamaba la atención, mi llanto profundo reclamando
porque me habían traido a un mundo
helado donde solo sentía frío,
mi hermano Anibal mientras tanto impaciente preguntaba
“te mejoraste Carmela” y esa simple pregunta
Que otro día sería contestada sin mayor problema
Entre las carreras, los paños, el agua caliente, abrir
Y cerrar puertas, no era el momento de contestarle
Siquiera.
Que podía saber a tan corta edad, que su vida tranquila
De juegos, de privilegios, en un futuro muy corto debería
Dividir su tiempo con el cuidado de un hermano, llorón
un compañero para jugar y salvar.
A mi madre , mi corazón dadora de vida y de amor
en ellas esta implícita la bondad y el amor del Señor Dios.
A mi hermano Anibal, porque fuistes en mi niñez, mi salvador
a Mi hermana Olinda porque en ti esta María hija del Padre y Madre del Hijo.