VIAJA el sonido por mis arterias menos poéticas
y las convierte en luz incansable y en bisagras
de deflagración inquebrantable.
A medio camino entre la viveza de la luna
y la corriente cibernética de la Tierra
me encuentro con los gases de la risa perenne,
esos gases que recogieron del suelo mi malestar
y lo convirtieron en inteligibilidad de quimeras.
Soy el que soy porque supe deslizarme
por el tobogán de lo irreal para disipar artificios;
seré –llegado el momento final-
un busto de plástico comestible, un acoso prohibido,
un sobre con serpentinas o la kilométrica sensación
de sentirme libre viviendo entre espíritus satíricos
y momias compuestas de mirra y sal.