Percibo el calor,
de su antigua tierra,
cuando se sacude,
el palpitar de mis sedientos ríos,
que van añorando,
los blancos lirios,
de sus apreciados pechos.
Me perdí,
en lo secreto,
de su almíbar,
escuchando tembloroso,
como corría,
ante ella,
el agua viva de mi vida.
Hoy escuchó,
el palpitar de lejanas colmenas,
donde la reina,
envidiaba ,
la miel pura,
de sus dulces venas.
Percibo,
el marchar lento de las horas,
mientras me consumen sus olas,
y me hundo,
en un mar de espumas,
tanteando entre sus burbujas,
a ver si la corriente,
me trajo,
desde el infinito,
una brizna,
de su delicada dulzura.
Hoy se abate,
el rumor de la sierra,
ante el lamento,
de mis sedientas aguas,
mientras se van quedando,
a oscuras,
todas las blancuras
de las nubes,
que hacían juego,
con su piel desnuda.
De mí,
sólo hallarán inerme,
en una desamparada hoguera,
la perla de amor,
que perdió su candor,
cuando la flor,
se marchitó,
dejando,
sin la miel más pura,
mi colmena
y henchido,
de luctuosas penas.