El amante.
Por la luz de tus ojos,
yo daría todo el fuego
de mi alma siempre amante.
Daría mi vida por sentirte mía
y tenerte entre mis brazos un instante,
dame tu amor para que sea mi guía,
déjame recrearme en tu semblante,
besar tu boca que mi boca ansía,
con fiebre loca y delirio amante,
Y así vagando con tu luz tan pura,
no temeré vagar por ignotos
caminos de amargura
y te guardaré en mi pecho
cual santo relicario.
Eres el misterio azul de mi cielo
y el rojo encendido de mi infierno.
Tu mirada me regala el
infinito anhelo de tus entrañas
y tus pliegues eróticos se graban
en la oscuridad de mi mente.
Recorro sigiloso tus valles y montañas,
tus empinados volcanes y la vasta llanura,
que me conduce hasta el monte más profundo;
aquel santuario de placer y de pecado.
Poco te conozco, pero te estoy sintiendo,
sigo en la conquista de aquel mundo escondido.
Suspiro por tener tu aliento y tus caricias,
deseo empinar mi bandera en tu territorio.
Ya sé que puedes exhalar un suspiro o un quejido,
en el momento cuando baje a tus vertientes cálidas,
cuando me incline ante ese tesoro escondido
y me aferre hasta que entregues la vida.
En tus manos cuelga mi fantasía,
donde tu sonrisa es invitación
a un viaje libido
donde deposito la ilusión
de tu cuerpo entrelazado a mi alma
en la cama de la perdición.
¡Que se detenga el tiempo!
que no hay segundos para pensar...
La ropa desaparece
y quedas vulnerable ante mi,
ante mi deseo extasiado
por dominar tus caderas enardecidas;
de tus glúteos apoderarme con mis manos
y guiarte al infinito de mi ser;
toma con tu boca mi piel,
tierna flor de primavera,
que quiero vencer al tiempo,
a la disputa del amor y lo correcto,
que sólo hay una vida
y la mía se pierde en tu cuerpo.