Cuantas veces le he pedido
a la luna que con su luz
apague tu recuerdo.
Cuantas veces he tenido que
recurrir a la obscuridad
de la noche para hundir
en ella tu mirada, y, que
se pierda en el interminable infinito.
Cuantas veces necesite de
el frio de la noche para
enfrentar mis demonios,
abidos de calor para amar.
Muchas veces ocupe la noche,
y a la luna, para poder perderme
en sus brazos, tomando la mano
del viento, y subir, y seguir,
y no tener que recurrir a ti.