Noche fría y serena, donde la luna se esconde,
se cobija tímidamente, entre algodones de agua,
luceros que parpadean, en la bóveda celeste,
caminos empolvados, secos, con soledad nativa,
aromas de flores otoñales, a la senda perene,
cabeza altiva despierta ante ruidos ralos, a la vera.
Recuerdos del alma lejana, distante, pero unida,
cuando en medio de la nada, el ser reclama,
el ver y sentir a tu mente, tu espíritu, tu aliento,
acariciar tibiamente, suavemente, la monda,
tus labios húmedos, ardientes, ávidos, solícitos,
se embriagan, se enmielan, entre los piélagos.
Mientras que mis manos, recorren, palpan, sienten,
los relieves de tu cuerpo desnudo, a la mirada,
estertores de erotismo, sobresaltan las morfologías,
por los embates, lucha anhelada, entrega unida,
oh cuan grande es el placer, que nace ya comulgada,
de la unión, fusión de los sueños ya compartidos.