Procuraré que nadie sepa la lección del insólito crepúsculo
cuando las luciérnagas rompen la noche con sus luces
y los luceros sonámbulos arremeten desde los confines
con erráticas espadas de transparentes filos azulados
que hacen que el silencio aparezca entre los árboles
que medrosos entonan sus lamentos desmembrados.
Es la hora propicia para quien dirige una mirada a la ventana
Para hallar en su marco el rostro del ensueño compartido
En la mujer que espera entre encajes y perfumes de la brisa
Que su hombre regrese cargado de besos en racimo
Para iniciar con su presencia el ritual de los juegos prohibidos.
Ya no importa el cansancio de las garzas del gélido pantano
Ni la ebriedad de las bombillas de la casa
Bañada por la lluvia de morbosas miradas
Tampoco sirven para nada las aldabas y cerrojos
Cuando los cuerpos brotan como espigas incendiadas
Para hacer de la carne la sublimación de la vida
Bajo el imperio de la sangre que avasalla
y desafía a los cielos con su bandera enarbolada.
Efraín Gutiérrez Zambrano
De su poemario Alquimia del Amor