Tú sabes cuanto sucede, querido Señor, mientras trabajas en el cielo.
Ayer tuve una pesadilla con el reino inverso a tu cielo:
Fue una velada lúgubre decaída en sueños de noche,
Paseaba a mi querido canino Ensueño, bajo el estrellado nocturno que me suele invitar.
Entonces pasó de repente una sombra esclava de la ruin oscuridad,
Se posó sobre mis hombros y apoyóse a descansar;
Fue su aliento sucio que expedía la trémula saliva,
en sus venas torrentes de vinagre respiraba de su alma un olor a azufre deshecho:
-¿Será acaso un monstruo? ¿Será mi pesadilla?-
Maquinaba mi mente nebulosa fuera de mi cuerpo.
Al tornarme al enfrentamiento descubrí los ojos en llamas de un nuevo amante,
-¿Dónde te he visto? ¿Dónde has estado? ¿Qué te hace enfermo y malherido?
La bestia preservaba su gótico semblante, gemía su alma en terrores y alaridos,
Y yo me hallé en ruina ante sus ojos sufridos.
Terror fue del instante en que su grisácea piel
Se convirtió en el designio de una inexorable caída,
Comprendí al instante que llegaba el momento
En que su cuerpo atragantado deseaba comer.
Fue su índice… su índice o pulgar,
No recuerdo, pues sus cuatro dedos era imposible descifrar;
Indicó el escenario montañoso del dolor:
-¡Vamos, camina al palacio del rencor!-
Y esas grises manos acusadoras del destino
Tomaron de mi muñeca su circulación en su furor.
Me quedé atascada en el sinsabor de mi destino,
Por un segundo divagué en la pérdida de la luz , de Tí mi guía…
El resto del tiempo se esfumó sobre el universo,
Y el universo reverenció a su tiempo.
Era todo tan ausente y ordinario,
que mi canino Ensueño se quedó en el camino orinando.
A rastras, más aún que la vehemencia misma,
El lodo un malévolo plan construía:
Que fuera manchado todo mi cuerpo
Hasta donde el cuerpo no domina.
Y así fue como el vestido que vestía
Pasó a manos de la tierra y el agua que la derretía.
-…Ya casi… el camino… el camino me llevaría…
¿A dónde me llevaba el camino que me conducía?-
De repente hallé una Luna,
De ella había pedazos regados en suelo,
¿Eran a caso estos de la Luna sus pétalos?
¡Que viva la ensoñación mientras despierto!
El hoyo negro rencoroso ya afirmaba sus pasos
-… he… hemo… hemos llegado…-
Así en el epicentro del hundimiento nocturno
La bestia rodeó mi cintura en su repudiable regazo
y fueron nuestras almas confundidas en el desespero.
¡Oh Dios! Ha sido en una pesadilla
En que me enamoré de tu reverso.
Tú sabes, igualmente Señor, cuanto sucede mientras trabajas en el cielo.
Shalom Ferrin