Fue la cama quien describió tu nombre
mis manos en tu cuerpo mi penumbra,
y yo que a sí te tengo, me deslumbra
sentirme entre tus brazos todo un hombre.
Qué taciturno el virginal momento
donde el beso apenas respiraba.
Perdíamos los dos -vano el aliento-
que aquel gemido en fin se entrecortaba.
Yo no sé donde estas ni donde haz ido
ni por qué me dejaste aquella tarde;
sólo sé que mi piel te ha requerido…
en cada instante, que el dolor se inflama
va creciendo tenaz y aún me arde
aquel soplo de amor: ¡como la llama!