Tú en el río, yo en el mar,
los dos vimos la misma luna,
los dos muy cerca de amar.
La vida nos dio sin pena
amor, dulzura y encantos.
Luego, tu alma entonó cantos.
Yo absorto a distancia en tu aliento,
que aspiraba por mi presentimiento,
entonces, apareciste cual luz y cometa,
y volabas a la par de los poetas,
con las alas libres y muy inquieta.
Supe que las brisas te acompañaban,
supe que serías mi bien amada.
Y a lo lejos declamaban las poetisas
con racimos de violetas,
la llegada de mi dama
al sol que la llama,
con el corazón abierto.