Un poeta escribió un poema
Un lector lo recogió
Le dio vueltas en su cabeza
Y luego lo comentó
Quiso buscar al poeta
Para decirle: ¡Si señor!
Impaciente le enviaba cartas
Que nunca le respondió
Frustrado siguió pensando
En su buena interpretación
Sentíase ser la nada
En su silencio abrumador
Una noche salió de copas
Y al poeta se encontró
Entonando ya muy borracho
El poema que escribió
Esperó que se durmiera
De la mesa lo recogió
Lo llevó hasta su casa
Y hasta la mañana lo veló
Esta vez si le diré -pensaba-
Mi buena interpretación.
Al despertar sació su hambre
Y así le comentó:
-Yo he leído tu poema
Que nadie más comprendió:
¡Lo indefinido, el universo,
las cosas vanas, el sin-sabor!
Lo que quise decir -dijo el poeta-
No lo entiendo siquiera yo
Así que es verdadera
Cualquier interpretación.
¡Que yo lo entiendo! ¡Es la nada!
¡Es el misterio! -gritó el lector-
Pero si buscas en tu alma
Encontrarás la razón.
Eres tu quién me ha buscado
-el poeta respondió-
Yo ya no busco nada.
-Y así se despidió.