Miguel Font

Cada treinta minutos...

Cada treinta minutos...
el reloj de la vida impávido marca,
que el hombre  renuncia,
volviéndose bestia,
a su esencia humana.
 
Cada treinta minutos...
un corazón se arruga o detiene su marcha
desgarrándo sueños,
truncando el futuro,
la fé y la esperanza.

Cada treinta minutos...
está el sol inventando nubes trasnochadas,
que escondan su rostro
de tanta hipocresía,
y denigrante infamia.

Cada treinta minutos...
tapa sus oídos la luna avergonzada,
para no escuchar
el sonido cruel
de ruines campanadas.

Cada treinta minutos...
cerraré mis ojos en muda plegaria,
"que mi brazo se seque
  si alguna vez...

contra una mujer la mano yo alzara."