“El placer es el bien mas real de esta vida”
Federico el grande
Recordando aquella máxima, cansados de vagar por las calles del olvido y agotando los peldaños de la mentira y el engaño,
decidieron -sin palabras- regresar por su bien.
Así fueron dejando aquietar el tiempo,
conviertiéndose en tierra y cielo.
Juraron se no volver a principios,
para no correr el riesgo
de encontrar un final…
Se entremezclaron
más allá de sus cuerpos,
apretados…
agitativos y vibrarozados.
Permanecieron en la carcobeante elevancia
Y entre etéreos rozamientos,
lúbricos y rugifragantes,
testamentaron
las bases de un nuevo amor.
Se consagraron animales justificados,
arrevezados
entre amores de ventosas
y pasiones de barquillos.
Fecundaron el placer como plagas
se devoraron…
Y en estimulaciones alborotosas,
Se elevaron a otros mundos.
se codearon con las estrellas
saludando a las monedas de sus días.
Y así,
fundiendo antiguas distancias
charlaron con la nocturna plateada
y el inmenso astro dorado.
Ella,
recostó sus labios sobre el,
estimulando cada rincón de su ser,
delineó a fuego muslos, musgos,
hasta llegar a su fiebre.
creó estragos.
desató fragores.
Y demorándose,
comenzó una nueva ascensión
a un torso casi invertebrado.
El, organizó un camino
de bersos, pájaros y vesos
sellando sin principio,
sin palabras, ni final
el nuevo amor.
Sorbió su nombre.
Y sediento, descubrió
dos vertientes rebasando néctar,
de sus senos.
Vastas y lujuriosas, sus manos
Especularon, recorriéndose completos
caderas, hombros
esculpieron detalles
para morir en sus pulpas de vino,
y en la profundidad más inmensa
donde él,
intentaba retrasar su virilespermidad.
Dócil y raudos primero;
fueron marcando el compás;
raudos y dócil, después,
tomaron tono.
Y cabalgando
al unísono electroerógeno,
dejaron caer sus párpados gentiles,
para anidar en un pleorgasmo
donde constituyeron,
y mancillaron,
en realidad aquella máxima.
Fue un encuentro sin pausas.
La noche sin pacto,
Y la palabra exacta..
Allí donde recuperaron cada vieja deuda,
Intentando inventar… el destino del instante,
A costas de aquel amor.
“Detén el tiempo en tus manos
Haz esta noche perpetua
Para que nunca se vaya de mi
Para que nunca amanezca.”
El reloj. Cantoral