Silvia Abalo

La muerte de un poeta.

Se aligeró yacente en su apocento,

con púlcras oraciones desatinas

que invocan en su lecho poesías,

la última,la escribe en su agonía.

 

Él compara sus vértebras gastadas

y artérias que caen en la trampa

vagando en sus pupílas dilatadas,

una lágrima absorta vacilaba.

 

Fatigado y con ancias,inspiraba,

resistiendo a la muerte, penetraba

en su sentir profundo y escribía,

el último poema de sus días.

 

Distante de la lógica y deshecho,

impune trás su pálido semblante

encontraba pretextos lo dejasen,

cumplir su cometido apacionante.

 

Con los labios violacios sonrreía,

¡Pués añejos sus cuadernos guardarían

a su pasar eterno por la vida,

que en la inmortalidad perduraría!.

 

Tiritaba de frío,descarnado,

al sentir su perfil endurecido

neblinoso mirar,más insultante,

inspiró una vez más,casi jadeante.

 

Entre heróicas frases revelantes,

sus huesos cual frágiles cristales

abandonan la fuerza de su cuerpo

y el debil corazón,yá fibrilante.

 

Al compás de recuerdos y sonetos,

se encamina el poeta hacía su puerto

y en su luto,tranquilo,él expira,

complacido al pensar,que nunca ha muerto.

Silvia.Abalo.