Freddy Duque

Dueña de mis letras

Fuiste tú la dueña de esa tarde

en la que mi silencio se hizo palabra,

sólo por mirarte, sólo por hablarte;

era que yo quería conocerte

profesora de mis letras.

 

Estabas acompañada y aun así

me diste tu mano en una biblioteca vacía.

 

Yo, triste peregrino

busqué en vano tu sonrisa

para examinar paso a paso

cada una de tus sinceras miradas.

 

Por un momento disimulé mi lividez,

pero al no tener más excusa

me rendí tímido y torcaz

como postrado ante tu belleza inocente.

 

Después de estrar retraído por un momento

volví a buscarte estructurando con mis ojos

todos los pasos que había olvidado

al alejarme lentamente de tu lado,;

pero tan sólo encontré

una silla abandonada en medio de tanta pesadumbre,

el recuerdo de unas facciones tiernas,

y la efímera esperanza de, quizás, verte de nuevo.

 

Hoy el transcurso del tiempo

me enseña, como si fuera tu voz,

la cronología de mil semanas sin oírte me dice

y sin decirlo me pregunta

qué fue de tu ir y venir;

¿acaso ya no te interesan los libros de inglés,

los de francés para leer,

ó mi saludo para armonizar tu lectura?.

 

De mi memoria se escapan vagos recuerdos

ahora que te percibo tan distante y ausente,

tan lejana y tan cerca,

porque aun te veo cuando cruzas

las calles empedradas

para llegar al sitio de la nada.

 

Y yo siempre seré el abnegado,

plebeyo amante de la princesa

a quien ama en total silencio

pero de súbito se da cuenta

que sólo es un sueño,

que pervive ante atroces desengaños

siendo furtivo aquel tormento,

y aun así,

hoy más que nunca te recuerdo.

 

Y es que te extraño

en las horas más tenues de mi existencia

porque nunca me enseñaste a olvidar

una mirada tierna

cuando se da con amor

y es bella y sincera,

de esas que tú y sólo tú me has dado,

las que tú me expresas,

las que ya no encuentro siquiera

en la sombra de mi más cándido sueño.

 

Ahora que nunca más sabré encontrarte

me pregunto en mi soledad,

abatida y lastimera,

si podré algún día,

de esos que no traen desilusiones,

volver a buscarte en una biblioteca desolada

ó talvés en un parque triste,

pero no ese que me trae en los los días

tu cuerpo famélico y absorto

del que se escapan búhos noctámbulos

y a veces la sapiencia de mi ayer.

 

Hoy desmenuzo tus razones para volar tan lejos

sin explicarme como lo hacías con tu mirada,

el motivo de tu viaje a valles sumisos,

heridos por tu fragancia de color indescriptible

que se dan el lujo de poseerte

en mañanas aciagas

desdeñadas por sus tormentos.

 

Sin querer me embarga un sentimiento desolado y perdido

que te busca en las penumbras medianas de mi ayer.

Miro las calles, tan solas como siempre,

sólo tu recuerdo, sólo tu silencio,

y a veces tu sombra que me enternece y me llora.