Debajo de tus manos me desboco
al tórrido compás de tu cadencia
y todos mis sentidos, mi existencia,
se vuelcan en las partes que te toco.
Debajo de tu piel, respiro un poco
y dictan tus caderas la sentencia,
olvido en tus vaivenes la conciencia
y soy al mismo tiempo un rey que un loco.
Yo soy la ambigüedad de tu persona:
La firme base a tu humedad caliente
y el lienzo en blanco a tu final terneza;
tú, tú eres la verdad que no perdona,
la tiba brisa que mi cuerpo siente,
hasta que el auge de tu sed regresa.
Marco Quezada