A una mujer escribiré mis versos.
A una mujer sin envidias que
nublen su belleza.
A una mujer a quien el fracaso no doblegue,
puesto que no hay en ella otra aspiración
diferente a la del triunfo.
A una mujer que en la desolación no llore
y en la alegría no se ufane.
A una mujer que diga soy sacerdotisa
de la vida y no apoyo campañas
de la muerte.
A una mujer, que alegre siempre,
enseñe el valor de la sonrisa.
A una mujer que en todo tiempo
se halle dispuesta a comprender porque sabe
que el amor es la razón de su existencia.
Esa mujer merecerá mis versos
porque no solamente me ayudará a
conseguir el éxito sino que me encaminará
a los umbrales de la gloria.
Tomado de Secretos de los Triunfadores
de Efraín Gutiérrez Zambrano,