Querido Niño Jesús:
Como sabes, soy aquel niño que impacientemente esperaba infructuoso la llegada de tus regalos, los cuales nunca llegaron, solo llegó una vez, según recuerdo, y llegó equivocado, pues no era lo que había pedido. De nada valían mis esfuerzos por comportarme bien y sacar buenas calificaciones. Pero no te asustes amigo, no vengo a recriminarte, al contrario vengo a alabarte.
Aquella situación particular de ausencia de regalos en navidad, no impidió que fuera feliz, y eso tú muy bien lo sabes; aprendí a utilizar otros juguetes que me dabas a manos llenas todos los días, y no sólo en época de navidad.
Jugaba haciendo figuras con las nubes, ese era mi gigantesco rompecabezas; bailaba al son del viento con su música imaginaria ; me deleitaba con el canto de los pájaros, de los cuales aprendí a silbar sus cantos; me entretenía con los barquitos de papel en las tardes de lluvia; disfruté infinidades de veces la belleza del arco iris. Todos esos regalos provienen de ti y eso tengo que agradecértelo.
El no recibir regalos me fue enseñando que la vida se construye, más bien dando, que recibiendo; que las cosas materiales valen mucho, pero las no materiales valen mucho más. Tú me diste ese entendimiento para ver la vida de otra manera, me enseñaste a ser feliz a pesar de las carencias materiales, y eso también te lo debo a ti.
Por eso hoy me ves aquí, escribiendo mi acostumbrada carta, para hacerte mi petición. Este año sólo quiero pedirte que ese entendimiento y comprensión que me diste para aceptar las cosas según tus designios y aceptar la grandeza de tu omnipotencia, se la regales a todos esos niños que están hoy en las mismas condiciones que yo estuve ayer, para que mañana sepan alabarte y no renegarte, para que cada día al salir el sol, vean la grandeza de tu creación, y puedan vivir felices de distinta manera, llevando consigo un alma buena.
Sólo eso te pido, y lo hago con la confianza con que se le habla a un amigo.
Sin más me despido muy afectuosamente, el mismo de siempre,
Alejandro.