De la aberración nocturna
sólo encuentro la diurna esperanza.
Acogedora simpatía sin débito.
Alarmante el destino de mi incierto,
capacidad del débil para decidir
estar solo.
Ahora no comprendo y entiendo
que la vida continúa sin más dilación,
la delación que espero no llega,
el permiso que espero se eterniza
y la soledad invade con gusto la vida.
De la noche y el día se busca
la más cortesía del transcurso,
pero la inquieta calma se sobresale
y nunca llega a desbocar en desuso
y desorden que deje desorganizado
la cortesía ya plantada
por la inmensa calma.
Todo igual, y mismo
parece lo mismo cada día,
y no encuentra el mis ni el mos
de la palabra que encierra.
No soporto escuchar ni oir ni lamentar
cada susurro de la vida,
y amortiguo la espera
con alcohol y otras bebidas.
Acortar la pena es vivir más
y vivir más es lamentar la existencia.
Que dilema sin respuesta, que respuesta
más sencilla de responder,
que vida más hueca,
que la vida misma de la vivaz existencia.
Cansado estoy de rendir homenaje
a un personaje ya agotado de existir,
ya agotado de la gente y del mundo
y sobre todo, de él mismo, sin rima,
sin nada que decir.
Agotado de pensar que no le queda otra,
no le queda otra que dejar el ser,
que simplemente estar y existir.