Cuando la mar azota
Lo interminable de mí
Absorbiéndome hasta las profundidades
Donde yo me encuentro,
Me asombro, me sorprendo
Con una blanca rosa entre mis manos.
Ella, la mar, me muestra
Las corrientes, los remolinos de colores,
Y yo, sonriente trago su agua;
Me la bebo…
Porque no hay mayor suerte
Que ser gota de sal.
La mar me sabe; me adora.
Me devuelve a la orilla
Sana de hendiduras…
Y yo, yo abro mis alas
Para volver a ser gaviota.
Antonia Ceada Acevedo