Como conozco el cielo,
Quise conocer el mar,
Un día me hundí en el hielo,
Y comencé a nadar…
Y en el agua muy profunda,
Un naufrago encontré,
Un muerto de mil tumbas,
Un servidor de Yahvé.
Sus plegarias eran oro,
Y su canto ha menester,
Corales, risas, trovadores,
Y mil coros de atardecer
Y su sufrimiento me cantó,
Y de su boca el Sol salió,
Y el hielo se convirtió,
En un hermoso manantial.
-¡Mi dolor es tu suerte!-
Dijo el triste Servidor,
Luego se hundió en su muerte,
Y el llanto en mi brotó.
¡Adiós, Valiente Servidor!
¡Tu condena ha terminado!,
Y mi corazón impuro y doblegado,
Ha de encontrarse destrozado…
Y en mis adentros,
Sentí un impulso por gritar,
Dominado por la ira,
Me apresuré a exclamar:
-¡Yahvé, (Dios de Volcán), Maldito Desgraciado!
¡Mira lo que has hecho con tu más antiguo servidor!
Pueblos enteros, miles de cuerpos destrozados,
Es hora de mandarte a tu infierno de dolor…-