Al pie de este árbol
con su corteza centenaria
te declaro mi amor,
a ti que eres nube de borrascas
entre vientos ciclotímicos
que te hacen cambiar de aires
cuando envuelven las calles
con sus remolinos ciegos.
Tú que eres como el polvo del sol en la noche,
fragmento de trueno o de astro,
terciopelo de luz sobre la hierba
que va dejando su rastro de seda sobre las flores.
Mi amor es calibre de luna en garfio
que agoniza sobre su muslo blanco
tras su vuelo de cíclope o albatros
que rompe el aire con sus alas de pluma nívea.
Tú posees la llave maestra de la lluvia,
de la lluvia que abre el desván de los otoños
traes caer melancólica sobre la amarilla hojarasca
que cubre mis vetustas alamedas solitarias.
Te gusta hurgar en el vientre de mis lágrimas
cuando me caen los cielos por las mejillas,
cuando una ola de mar me cruza la garganta
como una montaña de pena movediza.
Te encanta mirarme moribundo
cuando agonizo en el bar junto a mi copa,
cuando mezclo mi sangre con cristales,
cuando los potros negros de las sombras
me arrastran el alma por los suelos.
Yo me peleo con tus gélidas pupilas
sobre las cigüeñas blancas de tu nieve,
yo me desangro añil como un relámpago
en la vena azul de tus palomas.
Te amo como un fuego a su madera,
exultante de llama y sacrificio
sin más razón que consumirme
como un carbón al borde de tus labios.
No sé tu nombre,
no sé si eres ánade o cernícalo,
larga prisión de mis desvelos
o exigua celda de mi latido más rebelde.
Quisiera emigrar hacia tus huecos,
hacia los altos ventanales de tus ojos,
cruzar la frontera de tus dientes
y aposentarme en el centro de tu médula.
Ser tú, exactamente tú, cuando despierto,
acariciarte en las llagas de mi piel,
mirarte cuando me miro en el espejo
y proyectar toda tu sombra desde mí.
Pero tú tan sólo eres retina blanca de una nieve,
el perfil remoto de una estrella,
la hojarasca de un parque sin columpios,
la lluvia muerta en una calle,
la locura del viento en una playa,
la flor olvidada en una sombra,
unos labios sin rostro entre la niebla,
mi amor bajo este árbol que no existe,
mi llama que arde en la madera de nadie.