Lenta, pausada, vidriosa, escandalosa, sutil y escabrosa,
me acompaña en las madrugadas etílicas como un delirio febril.
Pensante pensaba, no... ya no la amaba.
Cada mañana, todo cambiaba, pero estaba en su sitio, sentada pariendo ideas
para convencerme a vivirlas.
Pensante pensaba, si... la estoy amando.
Me perturba tener que amarla, el núcleo de su indecencia me facina
y con placer ofendo mi moral.
Miguel A.Sueldo