LA MARCHA
Anduve por tierras baldías
en compañía de un grajo.
Sin soles, con lunas pardas
que me mentían a carcajadas
allá donde mis pies decidían.
Tras una pregunta, un graznido
que escupía hirientes ecos
en la difusa lejanía de mañana.
Topé, palpando como ciego,
con un portón requemado,
escamoso de hollín,
y sin reparar en sus quejumbrosos goznes,
lo atravesé curioso.
Caminé su interior con la fatalidad
que el grajo, huido, me dejó.
Ayes por doquier sin rostro,
fuego que lamía mi ropa,
negrura rojiza sin sombras.
Un crujido sin certeza
tensó mis fogueadas espaldas.
Grité poseído, chillé colérico.
Nada.
Silencio, ni asomo de viento,
quizá, la sospecha de un latido.
Deambulé días, puede que meses,
quien sabe sí por mis alrededores,
tal vez allende lo umbrío,
puede que en quietud absoluta..........
Puede ser que hasta viviera.