Alma al aire

Historia mínima III

Cada tarde de verano

ella sube presurosa

a las ramas de aquel árbol

florecido en color rosa,

trepa alto por el tronco

y se sienta en su corteza

a mirar cómo el día

se evapora con pereza.

Suena el agua

y sus latidos

se hacen ríos

de nostalgia,

canta el ave

y las canciones

son el viento

en su garganta,

mira al cielo

y las preguntas

se hacen sol

en sus pupilas,

y en el pecho

la esperanza

verde hierba

aún titila.

Cuando ya cae la tarde

lo adivina a lo lejos

y hábilmente va bajando

del guardián de leños viejos,

acomoda su vestido,

trenza el pelo enmarañado

y con prisa y alegría

va corriendo hasta su lado.