No hay a quien devorar en este infierno solitario
Ni a quien nombrar susurrante en los silencios,
Ya nadie serpentea seductor por mis desiertos,
Sólo un tiempo mordaz que ocioso entre vacíos
Rellena con lo vejado inútilmente, todo lo vivido.
Por las fisuras de aquel universo nuestro
Huyeron las batallas libradas con el tiempo
Y esas promesas selladas a dúo de un sueño,
Dejándome al abismo de selvas tenebrosas
Para ocupar tus ausencias con las sombras.
Cómo memorar el festín de desnudeces sin llanto,
Cómo liberar esos odios que intentaron ser besos,
Si sólo quedan las sábanas al crujir de mis noches
Y el negar en aridez del alba, que lo que fue amor
Ya no tiene perdón y no podrá volver jamás a serlo.
© Derechos reservados
Propiedad intelectual Lucero Moscoso